POLICIALES
DERECHOS DE AUTOR : ALEX MORALEX GÓMEZ.
Mi labor de toda la vida fue ser policía, mi servicio siempre lo presté en la capital, las aventuras de un policía son muchas y muy diversas, fue así que un sobrino que presentaba su tesis para graduarse de periodista, me pidió narrarle anécdotas de aquel entonces, después de muchas horas de contarle lo que viví en esa época , escogió seis historias, me pidió poder agregar algunas cosas para hacerlas más policíacas , de todas las historias que le narré, es para mí esta la que más me dejo marcado y no tiene mucho que ver con el tema policial, debo aclarar que esta no fue incluida en su tesis.
Esa noche iba de mal humor, aún era muy joven y me habían cambiado el turno de trabajo, sábado en la noche, debía hacer un recorrido de doce calles, terminando en el cementerio, era uno de los recorridos que más nos molestaba y no por miedo al cementerio, más que nada, porque este es un lugar al que la gente le gusta meterse en las noches, ya sea para robar artículos y hacer brujería, ya sea por juegos o apuestas, es un lío con ese lugar y más un sábado, pero era lo que había elegido para mi vida y hacia allí me dirigí, llegaba la media noche y aún no había tenido ningún inconveniente, bajaba derecho a la entrada del cementerio, una niebla blanca que impedía ver con claridad cubría la calle, el frío calaba entre los huesos, así que subí el cuello de mi chamarra, ese frío era el peor que había sentido en mucho tiempo, cuando estoy casi al lado de la puerta del cementerio, veo a un hombre frente a esta, por instinto dejo puesta mi mano sobre la cacha de mi arma, con una voz suave, le grito oiga amigo que hace ahí, no responde, así que subo un poco la voz, pero el no me escucha o se hace, así que me acerco un poco más, no mucho por protocolos de seguridad, al estar a unos pasos y ver que no atiende mi llamado, saco de la funda el arma de dotación y le hago el alto, levante las manos donde pueda verlas, le grito con todas mis fuerzas, estoy alerta y asustado, nunca se sabe, puede ser un loco o un drogado, el voltea suavemente, al verle su cara, sentí el peor miedo de toda mi vida, era un ser diferente, demoníaco, de primera vista creí que tal ves era un joven con tatuajes en la cara, pero no era así, no tenía nariz, no tenía ojos, no tenía boca, solo ahí lo entendí, era una calavera, pero como diablos podía estar pasando algo así, empecé a temblar, aunque quería huir, no podía moverme, mientras el se volteo por completo y quedó de frente a mi, una calavera bien vestida diría yo, levantó su mano tal vez en una actitud amenazante, pero en ese momento yo no era gente, no era policía, no era nadie, estaba paralizado y aterrado, nunca pensé ver nada así.
Su mano no era amenazante, me señalaba dentro del cementerio, allí pude ver lo que antes la niebla no me permitía ver, el cementerio estaba lleno de personajes, no podía decir que eran igual a quien había en la puerta, ya que sólo eran caras con un cuerpo que era una sombra, caras reales, no calaveras, éstas hacían un recorrido por todo el cementerio y se iban desapareciendo en las tumbas, se que suena extraño y mucho más viniendo de un policía, es como si las almas hubieran salido a pasear, cuando todas se hubieron perdido, la niebla se hizo tan densa que no podía ver nada, al volver un poco la visión, también la calavera había desaparecido; no se cuanto pase ahí paralizado por la impresión, seguí mi recorrido al lado contrario del cementerio, llevaría unas dos calles cuando un hombre corría enloquecido donde mi, pidiendo mi ayuda, como antes llevé mi mano al arma, se me tiró en el pecho y me abrazó , algo que uno como policía no podía permitir, pero este hombre no me dio la posibilidad de reacción, cuando pude calmarlo un poco, me dijo que había visto la muerte y me describió al mismo personaje que yo había visto a las puertas del cementerio, estaba tan asustado que no se quiso ir a su casa, estuvo haciendo con migo el recorrido de ida y de vuelta, decía que se sentía seguro, debo confesar que el era quien me daba ánimos a mi, no se si solo hubiese podido pasar por las puertas del cementerio, al amanecer el se fue, nunca más lo volví a ver, ni a él, ni al personaje del cementerio, esta es mi anécdota y se las quise contar.
MORALEX