EL ÚLTIMO AUTOBÚS
Una noche, subí al último autobús de la noche, y solo éramos 5 o 6 personas a bordo. A medida que avanzábamos y se aproximaban las últimas 3 paradas, solo quedamos un hombre mayor y yo. El conductor decidió hacer una parada para cargar gasolina, y durante ese breve descanso, el otro pasajero y yo entablamos una animada conversación. El hombre compartió detalles de su vida, incluyendo el dolor de haber perdido a su esposa, anécdotas de sus hijos y nietos, y la razón por la que siempre tomaba el último autobús: su recorrido terminaba en la última parada. La conversación fue amena, y aunque era la primera vez que nos encontrábamos, parecía como si nos conociéramos de toda la vida.
Finalmente, decidí bajarme en la antepenúltima parada y me despedí del hombre. En esa semana, tomé el último autobús varias veces debido a la carga de trabajo adicional en la oficina. En mi último día de viaje, decidí hacer algo inusual y lo invité a casa. Me agradaba la compañía de este desconocido, era un hombre educado y contaba historias fascinantes sobre nuestra ciudad, algunas de las cuales eran difíciles de creer. Le proporcioné mi dirección y número de teléfono, y me despedí con la promesa de que nos volveríamos a ver. Sin embargo, los días pasaron, y el hombre nunca llamó ni se presentó en mi casa.
Una noche, el destino me llevó de nuevo al último autobús de la noche, y allí estaba el hombre mayor. Nuestra emoción al vernos nuevamente fue evidente. Le pregunté por qué nunca había venido a casa, y su respuesta me sorprendió: le resultaba difícil moverse solo por la ciudad. Me entristeció saber que tenía dificultades para desplazarse y se estaba perdiendo la oportunidad de una visita. Decidí preguntarle dónde lo podía recoger para llevarlo a mi casa. Anotó una dirección en un papel y luego tocó el timbre para bajar.
Algo me pareció extraño; esa no era su parada habitual. Cuando el hombre se fue, le pregunté al conductor quién era ese pasajero. Sin embargo, el conductor me miró con sorpresa y dijo que no había más nadie aparte de nosotros dos en el autobús. Insistí, preguntándole por qué había parado el autobús, y él respondió que yo mismo había tocado el timbre para solicitar la parada.
Finalmente, llegué a mi parada, y miré la dirección que el hombre había anotado en el papel. Sorprendentemente, se correspondía con el Cementerio Central de la ciudad, seguido de un número que claramente no tenía relación con una dirección convencional. En mi día de descanso, decidí visitar el cementerio, buscando la tumba con el número 602 que aparecía en el papel. Cuando encontré la tumba, estaba en un estado de abandono y descuido. Leí el nombre de la persona enterrada allí, lo cual me dejó pensativo.
En otra ocasión, en una noche en la que decidí tomar el último autobús de nuevo, no vi al hombre en su asiento habitual. Pregunté al conductor por él, pero me sorprendió la respuesta. Me dijo que nunca había visto a tal persona, pero muchos pasajeros como yo aseguraban haber hablado con él. Según la creencia popular, este hombre siempre viajaba en el último autobús de la noche. Según el relato del conductor, una vez este pasajero falleció mientras viajaba, pero no se dio cuenta. Al día siguiente, cuando se dispuso a comenzar su recorrido, encontró al hombre aún sentado en su asiento, sin vida.
A partir de ese incidente, varios pasajeros afirmaron haberlo visto y conversado con él. Sin embargo, cuando alguien entablaba una conversación con él y conocía su historia, desaparecía por un tiempo, pero siempre volvía.
No volví a ver a este enigmático personaje en el último autobús de la noche.
CREDITO A SU AUTOR